Escuela rural

Educación, desarraigo rural y fragmentación urbana

Educación, desarraigo rural y fragmentación urbana.

Por Ing. Tomás Gregorini, director ejecutivo de Voy con Vos. 

 

Hace algunas semanas se dieron a conocer los principales datos de las pruebas Aprender 2021 y su comparativa con la última evaluación del 2018, previo a la pandemia. Los resultados no son alentadores, ya que marcan una clara reducción de los aprendizajes tanto en Lengua como en Matemática y una ampliación de la brecha ya existente entre niveles socioeconómicos. Datos que sospechábamos luego de 2 años de pandemia, y que siguen acrecentando una deuda ya existente: el acceso a una educación de calidad para toda la población argentina. Pero poco o nada se menciona, como es ya costumbre, del impacto sobre las poblaciones rurales, sobre cómo la pandemia ha seguido acrecentando la brecha educativa entre lo rural y lo urbano, y sobre las consecuencias futuras que esto traerá sobre el desarraigo rural. 

Voy con Vos, la organización social de la cual formo parte, cumple 15 años de trabajo ininterrumpido en escuelas rurales de Chaco. Si algo hemos aprendido en todo este tiempo es que la ruralidad nunca ha sido prioridad para los distintos gobiernos que se han sucedido. Más allá de la existencia de programas marginales, a grandes rasgos el escenario rural argentino se ha caracterizado por la falta de inversión en infraestructura, servicios básicos, instituciones públicas y desarrollo productivo local con foco en las poblaciones que allí habitan. Esto naturalmente refuerza un proceso, lento pero consolidado, de migración de las últimas poblaciones rurales hacia los pueblos y ciudades más aledañas en busca de aquellas oportunidades de desarrollo que el campo ya no les brinda (y que la ciudad es probable que tampoco). Un indicador claro de esto es la reducción de matrículas en las escuelas rurales y el cierre de muchas de ellas en las últimas dos décadas. Esta realidad no es solo de Chaco, es la de todo el país, y de eso pueden dar fe las más de 30 organizaciones que conformamos EduRural, una red que trabaja para visibilizar la educación rural a lo largo y ancho del país.

Ahora bien, es cierto que las migraciones campo-ciudad, es un proceso que claramente no ha empezado ahora ni en los últimos 15 años. El mismo se inicia particularmente durante el periodo de sustitución de importaciones y el desarrollo industrial en nuestro país. También vale mencionar que, en el campo de los estudios urbanos, es un hecho incuestionable que la urbanización es un proceso irreversible y sumamente consolidado a nivel mundial y sobre todo en latinoamérica (dos tercios de la población vive en ciudades de más de 20.000 habitantes o más y casi el 80% en zonas urbanas). Pero la creciente marginación, pobreza urbana y problemáticas asociadas (como la violencia) en las ciudades latinoamericanas nos obligan a pensar en otros modelos de desarrollo, que sean más sustentables y más justos para toda la población. 

Quienes trabajamos desde la ruralidad hace varios años sabemos que la desinversión y despoblación rural tiene su cuota de responsabilidad en estos temas que aquejan a ciudades y metrópolis. En este sentido me pregunto ¿qué pasaría si nos animamos a invertir en lo rural? ¿Qué pasaría si para quienes viven en la ruralidad, el irse a vivir a la ciudad pasa a ser una opción y no una obligación? ¿Es posible generar y crear una calidad de vida que sea similar o mejor que la calidad que ofrecen las ciudades? ¿Acaso el desarrollo productivo en las zonas rurales no debería generar más trabajo y oportunidades para toda la población? ¿Qué pasaría si las poblaciones rurales contaran con las mismas oportunidades educativas que las poblaciones rurales? Estas, y otras más, son algunas de las preguntas que comenzamos a plantearnos desde las organizaciones que trabajamos a lo largo del territorio rural argentino. Preguntas e inquietudes que, por lo general, no vemos presentes en la opinión pública o las gestiones provinciales o nacionales, ni tampoco en las distintas cámaras legislativas.

Necesitamos empezar a mirar en serio para adentro de nuestro profundo, rico y vasto territorio. Y no solo mirar, se deben diseñar e implementar políticas públicas de largo plazo que tengan como centro el fortalecimiento de las comunidades ya existentes. Necesitamos invertir en el desarrollo productivo y económico de estas zonas, lo cual incluye también comprometerse con el mejoramiento del sistema educativo al que acceden niños, niñas y adolescentes rurales, para que su educación tenga sentido con su entorno y esté en línea con el mayor aprovechamiento de las oportunidades locales. Quien dice que terminemos encontrando en ese desarrollo rural muchas más soluciones de las que esperamos para hacer frente a las problemáticas de las ciudades latinoamericanas del siglo XXI.